sábado, 21 de enero de 2017

Rajoy, Iglesias, Rivera y (tal vez) Sánchez: Tahúres en la timba.


Dedicado a Gonzalo García Pelayo.



El ajedrez es un juego eminentemente racional. Se parte de un estricto marco de referencia. Ocho por ocho, sesenta y cuatro escaques. Hay unas reglas, unas piezas, unos movimientos, unas casi infinitas combinaciones de situaciones posibles. Y, a partir de la apertura, cada acto tiene sus consecuencias. Los errores pueden afectar emocionalmente a los jugadores, pero ha sido a partir de una decisión racional errónea. Por todo esto el ajedrez se ha identificado como una metáfora de la vida y, en especial, de la política. Sin embargo la vida y la política tienen mucho más de sentimental que de racional. Y por esto quizás no sea el ajedrez sino el póquer el que esté más cerca de reflejar tanto una como la otra.
Los que no lo conocen piensan en el póquer como un juego de azar. Y el azar, como en la vida, existe, pero no es tan determinante como la mayor parte de la gente cree. Al principio a todos se nos dan unas cartas que nadie más ve, sólo hay que saber jugarlas. Lo que de verdad importa en el póquer (y en la vida) son las emociones. Poder controlar las propias y saber manipular las ajenas.
Hay un viejo aforismo en el póquer que dice que tardas cinco minutos en aprender sus reglas y toda una vida en dominarlas. Es cierto. Si dispones de ese tiempo, y quieres hacerlo, puedes ver una aproximación en el vídeo que enlazo a continuación[1]. Pero esto no es el objeto de este artículo. Aquí lo que propongo es otro juego.


Existe una serie de tendencias prototípicas que se repite entre los jugadores de póquer. Y a partir de esto voy a tratar de hablar de los vicios privados y públicas virtudes de los principales candidatos de los cuatro grandes partidos de las dos últimas elecciones[2]. O, dicho de otra manera: ¿cómo serían los principales actuales políticos si fueran jugadores profesionales?
Empezaré en orden ascendente, del que menos votos recibió al que más. Es una cuestión estrictamente matemática, que no haya suspicacias. En cualquier caso creo que ninguno de nuestros actuales políticos sería un gran jugador de póquer real. Aunque sí hemos tenido algunos en la democracia. Todo indica que Adolfo Suárez, por ejemplo, fue un buen jugador. Alfonso Guerra llegó a decir de él que “lo vestiría como a un tahúr del Mississippi”. González y Aznar también fueron buenos jugadores, menos sutiles que el Duque, pero no por ello menos tiburones[3]. Y, por lo que cuentan las noticias, parece que Jordi Pujol también jugó bien sus cartas mientras no le pillaron el farol.

Albert Rivera, el “calling station”.
Es el más joven de nuestro actuales líderes nacionales, y sin embargo no es el más inexperto. Con tan sólo 36 años tiene ya algo más de una década de experiencia en el ruedo político a sus espaldas. En su Cataluña natal salió al ruedo político con firmeza. Podemos decir que ciertamente comenzó apuntado maneras de aprendiz de tiburón. Pero con su llegada a Madrid se ha desinflado un poco. Digamos que ha sufrido de un inicial miedo escénico al pasar a la Primera División. Con su llegada al Congreso ha pasado a tener una actitud de “calling station”[4].

Este tipo de jugador, también llamado loose-passive[5], es el que se apunta a todas las manos. Confía en que la suerte haga que cualquier par de naipes que lleve combinen con los que aparecerán en la mesa. Por eso lo mismo le da llegar a un acuerdo con el PSOE que con el PP, lo importante es tener la posibilidad de entrar en el juego. Este tipo de estrategia es perdedora a largo plazo. Así perdió casi un 1% de su bankroll[6] (votantes) entre la primera y segunda ronda de nuestras fallidas elecciones 2015/2016. Pero Rivera es joven, tiene muchos años por delante, y quizás algún día vuelva a sacar peligrosamente su aleta dorsal a la superficie.

Pablo Iglesias, el maníaco.
Iglesias es sólo un año mayor que Rivera. Pero su experiencia en la política profesional activa es muy inferior, poco más de dos años y medio. Aunque hay que tener en cuenta su larga trayectoria como activista y su experiencia en la Facultad de Políticas, que podríamos equiparar a un perfil muy actual dentro del mundo del póquer contemporáneo: el loose-aggressive[7] proveniente del juego online.

El loose-agressive, también conocido por maníaco, se trata de un tipo de jugador muy peligroso. Su juego, extremadamente agresivo, lo mismo puede darle grandes ganancias que grandes pérdidas. Así vemos como tras su entrada triunfal en la “primera ronda” de 2015 sacó algo más de seis millones de votos, pero en la “segunda vuelta” apenas sacó algo más de cinco (y eso que iba en coalición con la ya casi difunta Izquierda Unida). Estas pérdidas le pueden afectar psicológicamente, lo que se conocer en el argot entrar on tilt[8], o “tildarse”, es decir sufrir un estado de ánimo alterado por un tropiezo inesperado que impide tomar buenas decisiones. Quizás fue eso lo que provocó la desaparición de Iglesias durante unos días tras la segunda ronda, en la que estaba convencido que daría un sorpasso al PSOE. Y tal vez sería la decisión de coaligarse a Izquierda Unida, una add-on[9] que tal vez provocaría su bad beat[10].
Se sobrevaloró como jugador. Pero jugar muy por encima de sus posibilidades es la marca de la casa. Como cuando pretende representar la voz del “pueblo” y nunca haber sacado mucho más de un 14% del voto total. No ser consciente de las odds[11] reales hace que Pablo Iglesias sea un “maníaco” de libro.

Pedro Sánchez, “fish” es “fish”.
Sánchez es el segundo candidato más veterano de todos (en edad y experiencia). Pero también es el que ha tenido una trayectoria menos brillante. Casi toda su trayectoria política surgió de rebote. Podríamos decir que lo suyo ha sido más el “bingo-póquer”.

Pedro Sánchez se presentó por primera vez a unas elecciones municipales en 2003 con 31 años. Y perdió. Pero al año, tras la dimisión de dos concejales de su partido, consigue entrar. Primer golpe de suerte. Tras unos años en esta posición se presenta por primera vez como diputado por Madrid en las elecciones de 2008. También las pierde. Un año después Solbes dimite y Sánchez, de nuevo de rebote, consigue entrar en el Congreso de los Diputados. En 2011 se presenta en las elecciones… ¡Y vuelve a no ser elegido! (No diré perder.) Pero, dos años después dimite Cristina Narbona… ¡¡¡y vuelve a entrar en el congreso de rebote!!! Se presenta a las elecciones como candidato a la presidencia el 20 de diciembre de 2015. Y saca los peores resultados porcentuales de la historia del PSOE en la actual democracia. A pesar de todo, y sin posibilidades matemáticas a favor, se presenta a la investidura apoyado por Ciudadanos. Y, naturalmente, pierde. Es la primera vez que un candidato a la investidura lo hace. Sólo un fish plantea un all-in[12] con todas las odds en contra. Y él lo hace. A pesar de todo no dimite ni lo cesan, y se vuelve a presentar en las elecciones del 26 de junio de 2016. Y entonces saca los peores resultados en cifras absolutas que ha tenido el PSOE desde 1977. Finalmente sus “inversores” fuerzan su dimisión y tiene que renunciar a su acta de diputado. Si eres un jugador mediocre sólo puedes jugar de forma autónoma en las grandes ligas si tienes el dinero que posee Guy Laliberté[13]. Pero si juegas con el dinero de otros y siempre pierdes, más pronto que tarde, te acabarán cortando el grifo de tu crédito. All-in. All-out.
Ganar al póquer con buenas cartas es fácil. Sobre todo si al descubrirse el flop[14] te salen las nuts[15]. Más complicado es ganar con cartas malas, eso es cosa de profesionales. Pero lo más difícil de todo para un novato es saber tirarse teniendo buenas cartas. Decir “no es no” con un par de ases en la mano es difícil. Pero hay que saber aceptar que, pese a tener algo que nos parece muy bueno, la combinación del rival puede ser mejor. Ese error es muy de fishes. Y es lo que le ocurrió a Sánchez. Intentó una colusión[16] pública con Rivera, y tal vez otra oculta con Iglesias, pero las outs[17] que le tenían que llegar de Podemos no aparecieron, y le salió mal la jugada. Hubo movimientos (o falta de ellos) que no se esperaba. Y es que como dice una vieja frase del mundo del póquer: "Si al cabo de un rato en una mesa no sabes quién es el fish, entonces el fish eres tú". Y esto es algo que Pedro Sánchez no tuvo en cuenta.

Mariano Rajoy, la roca.
Cualquier persona medianamente conocedora de póquer al ver superficialmente las acciones (o inacciones) de Mariano Rajoy en política diría que se trata claramente de un tight-passive[18] de manual. Es decir, se trata de un jugador que juega pocas manos, con poco riesgo y sólo cuando tiene buenas cartas en su mano. Al menos es eso lo que las apariencias muestran.
Si observamos los resultados de las últimas dobles elecciones vemos que en la ronda de 2015 sacó algo más de siete millones de votos (un 28,71%) y que en la segunda vuelta, ya en 2016, fue el único que tuvo un ascenso, con casi ocho millones de votos, es decir, aumentó un 4,3%, poniéndose en el 33,01%. ¿Cómo y por qué pudo lograr esto un jugador roca que apenas hace movimientos impredecibles?

Rajoy es el más veterano y con una trayectoria más dilatada en el tiempo de todos los jugadores de esta mesa. Comenzó como diputado gallego el 20 de octubre de 1981, con 26 años, igual que el joven Rivera. Y después: concejal por Pontevedra, presidente de la Diputación Provincial de Pontevedra, diputado en las Cortes por Pontevedra, vicepresidente de la Junta de Galicia, ministro de Administraciones Públicas, ministro de Educación y Cultura, Vicepresidente Primero, ministro de la Presidencia del Gobierno, ministro de Interior, Portavoz del Gobierno, de nuevo ministro de la Presidencia y, finalmente Presidente del Gobierno. En definitiva, más de 35 años de experiencia en la arena política.
El primer intento de Rajoy para alcanzar la presidencia terminó con un terrible bad beat. Quizás por eso los inversionistas del PSOE pensaron que repetir con un jugador con características similares a las de ZP en 2015 volvería a ser una buena idea. Pero la suerte es caprichosa, y el póquer es mucho más que un juego de azar. En 2015 el torneo español pasó de ser tipo heads up[19] a ser una mesa de cuatro jugadores, y en estos casos es un error no cambiar el estilo de juego. Las manos con las que podemos entrar en juego se reducen. En los torneos hay que saber adaptarse a los cambios.
Rajoy y sus asesores pudieron observar las características del juego de cada uno e inesperadamente usaron la estrategia del slowplay[20]. Se encontraban frente a jugadores jóvenes, llenos de ganas de apostar fuerte, sólo había que dejar que se estrellaran ellos mismos. En grandes torneos al principio siempre es mejor esperar a que el trabajo sucio lo hagan los otros. Un fish agresivo acaba siendo tragado por un fish con suerte. El pescado grande se come al pequeño. Y después sólo te queda un fish, y no dos, con el que lidiar. Y así fue.
El juego de Sánchez y de los otros era un juego straightforward[21], muy de corazón, casi mostrando sus cartas. Por eso fue un buen cambio de estrategia dar un paso atrás y aprovechar la fuerza del contrario. El aparentemente siempre previsible Rajoy se convirtió en un jugador tricky[22] creando una ansiedad de acción en sus fogosos contrincantes. Una vez logrado el patinazo volvió a convocar un nuevo torneo en el que acabó consiguiendo lo que quería. Aunque tuviese que negociar el reparto del fondo final de premios.
Y es que en la política (y en el póquer) la veteranía es un grado.





[1] La variante de póquer que usaré es la del Texas Hold’em. No tan conocida por el público ajeno al juego (que quizás se haya quedado en la variante de cinco cartas de las películas del Oeste) pero es la más popular entre los aficionados en la actualidad.
[2] Esto se escribe en enero de 2017. Con lo que me refiero a las elecciones generales que se celebraron en España el 20 de diciembre de 2015, y a las que se repitieron medio año después (casi a modo de segunda vuelta) el 26 de junio de 2016.
[3] Shark: En la jerga del póquer el shark (tiburón) es el más peligroso jugador de póquer. Es el prototipo ideal del profesional. Conservador y agresivo. Es selectivo con sus manos, y agresivo en sus jugadas.
[4] Calling station significa literalmente “llamando a la estación”.
[5] Loose-passive: Poco selectivo pasivo. Jugador que juega muchas manos de manera pasiva.
[6] Bankroll: Dinero que un jugador que tiene en la mesa disponible para jugar.
[7] Loose-aggressive: Poco selectivo agresivo. Jugador que juega muchas manos, entrando a ellas con apuestas muy fuertes.
[8] Tilt significa literalmente inclinar.
[9] Add-on: Recompra de fichas que pueden aumentar tu bankroll en un torneo.
[10] Bad beat: Perder una mano inesperadamente cuando creías que tenías la mejor combinación posible, siendo la de tu rival muy remota.
[11] Odd: Probabilidad matemática de mejorar la mano (o no) con las cartas que quedan por aparecer.
[12] All-in: Apostar todas tus fichas en una única jugada.
[13] Fundador del Circo del Sol y jugador de póquer aficionado con pérdidas millonarias.
[14] Flop: Las tres primeras cartas comunes que se muestran en la mesa.
[15] Nut: La mejor mano posible con las cartas que hay en la mesa.
[16] Colusión: Complicidad entre dos o más jugadores para intercambiar información sobre sus cartas.
[17] Outs: Cartas que si salen hacen que tu mano sea la mejor.
[18] Tight-passive: Juegan pocas manos y las juegan de forma pasiva. Se les conoce popularmente como “rocas”.
[19] Heads up: Partida entre dos únicos jugadores.
[20] Slowplay: Estrategia de juego pasivo que trata de aprovechar la impetuosidad del rival.
[21] Straightforward: Jugador con un estilo directo que no suele variar su juego para desorientar a los adversarios
[22] Tricky: Jugador que cambia de forma inesperada su estilo habitual de juego dejando descolocado al adversario.

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