“—Doctor, necesito hormonas y que me
opere.
—¿De qué está usted enfermo?
—Yo no estoy enferma. No me “patologice”.
—Pero es que usted me ha dicho que
necesita…
—Está claro que no tiene ni idea de lo que
me pasa. Escúcheme bien que YO
se lo voy a explicar…”
No busquemos evidencias
si ya tenemos el transplaining.
Ya hemos visto que la cuestión transgénero no es algo simple,
ya que tiene múltiples implicaciones que hacen que el fenómeno vaya más allá
que las que pueda tener una simple tendencia sexual no heteronormativa. Pero por
otro lado no podemos negar que se encuentra en ese grupo de personas que han
sufrido y sufren discriminación[1].
Esto es un hecho. Como también lo es que desde finales de los años sesenta esta
discriminación en Occidente ha sido progresivamente reducida con notables
éxitos. Y esto ha hecho que el colectivo se haya ido ampliando en sucesivas
olas.
Hay dos puntos que unen a estas personas: vivir una
sexualidad fuera de la norma y estar marginados por ello. Pero estos dos puntos
encierran una gran diversidad en sus diferentes manifestaciones. No es lo mismo
limitar tu diferencia a un deseo emocional, a que ese deseo te lleve a realizar
transformaciones irreversibles en tu cuerpo. El sexo homosexual o el
travestismo pueden ser fluidos y cambiantes, pero provocar una castración o una
histerectomía son acciones que no tienen vuelta atrás, no somos figuritas de
Lego. Y tampoco es lo mismo tener relaciones sexuales no heteronormativas que
pedir dinero público para adaptar tu cuerpo a tus deseos, o exigir a la
Administración que se creen ficciones jurídicas en las inscripciones del
registro civil para figurar legalmente a tu gusto.
De la misma forma que es injusto que se legisle sobre lo que
puedan hacer personas adultas de forma razonable y de mutuo acuerdo en su
intimidad, tampoco se debe decidir por deseo de la mayoría lo que la ciencia pueda
o no pueda investigar, ni forzar las conclusiones científicas en asuntos en los
que no hay consenso por la presión de un grupo ideológico, eso es irracional. Porque
como dice el profesor Jesús G. Maestro: “La razón no puede reducirse ni a lo
que piense un individuo, porque la razón no es autológica ni yoísta, ni a lo
que piense un gremio o un grupo, por fuerte o intimidatorio que sea, porque la
razón no depende del nosotros, no cabe en el nosotros. La razón rebasa las
posibilidades del yo y las posibilidades del nosotros, está por encima del individuo
y del grupo.” Y el entorno LGTBIQ, acogiéndose a esta discriminación, ha estado
forzando la razón desde que la Asociación Americana de Psiquiatría en su
reunión del 15 de diciembre de 1973 retirara la homosexualidad del Manual de
Diagnóstico y Estadística de los trastornos mentales (DSM) por un estrecho
margen de votos.
El poder de este lobby ha hecho que actualmente existan leyes
que pretende extenderse por todo Occidente que cometen ese lamentable error. Se
está legislando basándose en creencias o ideologías sin fundamento científico. Vivimos
en pleno síndrome de Galileo.
Eppur si muove…
Los estudios de género
como (de)construcción social.
Con los conocimientos que disponemos hasta ahora, hay que tener
en cuenta que estamos hablando de personas que tienen una percepción subjetiva de pertenencia a otro sexo. No podemos negar
que si esto les produce sufrimiento no se trata de una cuestión baladí, pero no
por ello deja de ser una simple percepción subjetiva.
Por otro lado, si hay sufrimiento o malestar en las personas
que viven esta percepción ya hay algo que sí podría ser del ámbito médico o
psicológico. Porque una de las incongruencias que se produce en la cuestión
trans es no querer aceptar el trastorno como tal, sino que tratan de
normalizarlo como un hecho más de lo que constituye nuestra probable
idiosincrasia. Porque lo cierto es que las características habituales no
perturban normalmente a las personas ni precisan de una readaptación quirúrgica
ni hormonal. También es cierto que hay cuestiones que nos pueden perturbar sin
ser cuestión de vida o muerte. Como tener alopecia o un vientre muy abultado,
pero ni los implantes de pelo ni las liposucciones las cubre la Seguridad
Social. Existen otras más importantes, como tener falta de vista o estar sin
dientes. Y ni las gafas ni las prótesis dentales se cubren con dinero público.
¿Por qué va a cubrir la Seguridad Social algo que los que lo viven no lo
consideran una patología o un trastorno? Y es absurdo que por ley ellos puedan
informar que poseen esta característica, pero no se les pueda decir que se
trata de un trastorno. O dicho de otra manera, si alguien sienten un malestar
con el sexo con el que ha nacido tendrá que aceptar que tiene un problema, que
podemos llamar disforia de género, trastorno de la identidad sexual o
incongruencia de género, da igual el nombre. Pero ahí hay algo que no funciona.
La dictadura de la
imagen: ¿Se reasigna el sexo o tan sólo su apariencia?
Uno de los tópicos
contemporáneos es denunciar que vivimos en una sociedad de apariencias, y en
ese sentido una parte importante del fenómeno trans es eso: apariencia. Porque
por mucho que no guste hay que entender y asumir que por ahora no es posible cambiar
el sexo de una persona, salvo en su imagen externa. Los procesos de
reasignación sexual sólo inciden en la apariencia del sujeto, su realidad
cromosómica seguirá siendo la que se le asignó en su gestación. Eso, actualmente,
no es modificable. Por
mucho que se diga: la reasignación de sexo no es posible. La ciencia no lo ha
conseguido. No podemos descartar que la ingeniería genética pueda lograr algún
día el cambio, pero actualmente esto aún no es posible. Por ahora se trata tan
sólo de crear una imagen de mujer o de hombre, una ilusión. Hacer que las
personas vivan en una fantasía. Sentir no es ser, pero si les vale…
No voy a extenderme en el aspecto legal del asunto, de las
ficciones jurídicas que esto implica. Ni siquiera en el problema que se crea en
las pruebas deportivas. ¿Acaso habrá que crear nuevas categorías olímpicas para
no ser injusto con las personas por su sexo “nativo”?
¿Tiene el viento la
respuesta?
Actualmente el cerebro humano es como el Manuscrito Voynich.
Podemos imaginar de qué va cada parte por los dibujitos, pero como no estamos
muy seguro de lo que realmente dice aún tenemos que movernos entre conjeturas y
probabilidades.
Las
causas podrán ser biológicas, psicológicas o sociológicas, incluso una compleja
mezcla de todas, pero lo cierto es que no se sabe a ciencia cierta. Por lo
tanto, si no existe el acuerdo no podemos descartar ninguna de sus hipótesis.
Al menos no debería existir una superioridad moral de ninguna sobre las otras.
Se puede opinar sobre ello, o incluso argumentar apoyándose en alguna de sus
teorías, pero lo que no podemos hacer es sentar cátedra afirmando que tenemos
detrás un consenso global, porque simplemente no existe.
Y en toda esta maraña de datos tenemos claras muy pocas
cosas:
1.
En el ser humano sólo hay dos sexos:
masculino y femenino.
La cuestión del intersexo (que espero tratar en otra ocasión) se trata de una
serie de errores genéticos que no crean un tercer sexo definido.
2.
La
identidad de género a veces varía,
eso no lo pongo en duda, pero no sabemos con total certeza por qué motivo. A mi
juicio hay más evidencias fisiológicas (variaciones hormonales y genéticas) que
sociales o culturales, pero aceptar esto supondría un inconveniente para cierto
feminismo, ya que implicaría que ciertos roles tienen una base que explicaría
la biología evolutiva, cosa que chocaría con sus intereses ideológicos.
3.
La
orientación sexual también podría
tener una etiología múltiple. Algunos estudios indican que quizás en este caso
no sólo son cuestiones sociales, culturales y educacionales, sino que también
determinadas experiencias vitales pueden influir. Pero ya esto sería objeto de
otro artículo.
4.
Por
último, a través de la pasión etiquetadora de los estudios de género, ha
aparecido una nueva vía, la expresión de género, para indicar
las maneras en la estéticamente uno se presenta ante la sociedad (maneras
masculinas, femeninas o andróginas) y esto sí, definitivamente es una estricta
cuestión cultural, e incluso, en algunos casos, una pura pose.
Después de todo este tiempo considero que la polémica que
generó la entrevista parte de una falsedad en su origen, voy a creer que por
ingenuidad, y es la de considerar que el asunto de la transexualidad es “así de
sencillo”. Esto no lo es de ninguna manera. Está tan alejado de ser algo
sencillo que no ha podido poner en acuerdo a la comunidad científica en un
siglo y medio.
Para finalizar voy a tomar como referencia dos de las
posturas más claramente enfrentadas que existen actualmente: Paul R. McHugh y
Judith Butler. Sus frases, por orden de aparición, pueden dejar bien claras las
dos principales posturas (no únicas) que existen actualmente en relación a este
asunto:
Judith Butler: “El género es una construcción
independiente del sexo, un artificio libre de ataduras. Hombre y masculino
podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y
femenino, podría ser tanto un cuerpo masculino como uno femenino.”[2]
Paul R. McHugh: “Uno podría esperar que aquellos
que afirman que la identidad sexual no tiene base biológica o física traerían
más evidencias que fueran convincentes. Pero como he aprendido, hay un profundo
prejuicio en favor de la idea de que la naturaleza es totalmente maleable.”[3]
Epílogo.
Casualmente cuando me dispongo a publicar estos artículos
aparece la sentencia del recurso de apelación[4]
presentado por HazteOir.org por la retirada cautelar del autobús que inició
toda esta polémica. Y creo que nos deja al menos un par de perlas relacionadas
con lo que cuento aquí con las que quiero dar finalizado, por ahora, esta
serie.
“Admitir la persecución de ideas que molestan a algunos o bastantes, no
es democrático, supone apoyar una visión sesgada del poder político como instrumento
para imponer una filosofía que tiende a sustituir la antigua teocracia
por una nueva ideocracia .”
“Por último,
no deja de llamar la atención que el denominado
“Tramabús” , autobús fletado por el partido político ”Podemos”, hace
unos meses, que circuló durante un
tiempo y tuvo amplia cobertura informativa , llevaba , además de leyendas sobre la corrupción, las figuras
perfectamente identificables, de
políticos y algún periodista , que con independencia del juicio que cada uno
pueda tener de ellos, tienen derecho a ver respetada su dignidad y presunción
de inocencia, y sin embargo ninguna
autoridad impidió su circulación.”
En este caso parece que se ha hecho justicia, pero esto no ha
hecho nada más que empezar.
[1] Los
posibles motivos podrían ser interesantes para otra serie de artículos, pero lo
importante ahora sólo es constatar el hecho.
[2] Judith Butler, Gender
Trouble,Feminism and the Subersion of Identity, New York, Routledge, 1990, p. 6.
[3] https://www.firstthings.com/article/2004/11/surgical-sex
[4]
Recurso de Apelación 921/2017. Origen: Juzgado de Instrucción N.º 03 de Madrid.
Diligencias previas 450/2017