“Es en la actitud hacia Cuba y hacia los nuevos
Estados de África donde ha de ponerse a prueba el significado de la madurez
intelectual y del final de la ideología. Porque dentro de la Nueva Izquierda
hay una alarmante disposición a hacer tabula
rasa, a aceptar la palabra “revolución” como absolución frente
atropellos, para justificar la supresión de derechos civiles, y a la
oposición, en suma, para borrar las lecciones de los últimos cuarenta años
con una alegría aterradora.” Daniel Bell, “El final de la ideología”, 1960.[1]
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A Podemos le gusta la monarquía parlamentaria... sueca. |
Que Pablo Iglesias, el líder de
la “nueva” Nueva Izquierda española (sic), tenga como referente al dictador
cubano Fidel Castro es uno de los más evidentes indicios de lo reaccionaria de
su propuesta. Escuchar a Iglesias (afortunado apellido) en cualquiera de sus
intervenciones es como estar delante de un telepredicador iluminado en pleno
éxtasis. Es tener la oportunidad de viajar en el tiempo, y poder asistir a una de las soflamas de Savonarola incitando a sus hipnotizados
acólitos a participar en una mediática hoguera de las vanidades del
capitalismo contemporáneo.
Podemos hunde sus raíces en el
pensamiento de la izquierda desnortada post-estalinista de finales de los
cincuenta. Y realmente no existe en ellos una excesiva renovación del trasnochado
discurso, sólo que han logrado añadir las aportaciones de miríadas de facciones
de la izquierda indefinida[2],
que se hallaban enfrascadas en sus eternas luchas fratricidas, al menos eso es
un logro novedoso. Por lo demás no deja de tener un auténtico encanto vintage
poder escuchar sus diatribas, ya que es como transportarse a un campus
universitario sesentero, sentirse por unos momentos rodeado de hippies oliendo
a patchouli y marihuana. Eso que pudimos añorar haber vivido viendo películas
de la Nouvelle Vague o documentales políticos de la época. Salvo que ahora
llevan dispositivos de Apple y se han adaptado a la perfección al espíritu de los tiempos. Ahora saben y pueden adoctrinar sus simplezas no sólo en los mass
media tradicionales, sino que también en las nuevas redes sociales, de las que
son especialistas y maestros. Es el salto mortal de la propaganda a base de
multicopista y reuniones clandestinas a la era digital 2.0.
Desde su nacimiento, las caras más
visibles de Podemos, han tratado de suavizar sus aristas más totalitarias
fingiéndose ser transversales. Es el poco de azúcar de las píldoras de Mary
Poppins.
Tratando así de captar un
voto moderado de personas cabreadas y hastiadas por la crisis y los numerosos
casos de corrupción, en algunos casos multimillonarios, y más escandalosos para
ellos si vienen de quienes se dicen de izquierdas. Sin embargo no han podido
ocultar su origen real durante mucho tiempo. Por más que hayan tratado de
desviar su discurso a que la cuestión no era luchar en un eje de izquierdas y
derechas, sino de arriba y abajo. Pero a Iglesias no le puedes tocar las palmas
porque no tarda en arrancarse por bulerías. Cogido en numerosas contradicciones
y mentiras, tras declararse socialdemócrata y tener unos resultados no todo lo
satisfactorios que esperaba (no logró su soñado sorpasso al PSOE) termina
uniendo su formación a Izquierda Unida (otra coalición de coaliciones de agrupaciones
cainitas) y, ya desvelada su estrategia, pincha en hueso perdiendo más de un
millón de votos en su segunda puesta de largo electoral.
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¡Con un poco de azúcar esa píldora que os dan...! |
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Podemos NO pudo... Y se hizo el silencio. |
Visto lo visto, recemos para que
esta gente no llegue nunca al poder… Porque yo no sé a ti, pero a mí el calor húmedo
de Miami no me sienta nada bien.
“Cuando se suprime un derecho se
termina por suprimir todos los demás derechos, desoyendo la democracia. Las
ideas se defienden con razones, no con armas. Soy un amante de la democracia”. Fidel
Castro, declaraciones a la prensa una semana después de la entrada en La Habana, 7 de
enero de 1959.
Y pasados unos días…
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