Los manuales elementales de
historia dividen, clasifican, trocean y categorizan como si el tiempo pudiera
separarse en espacios estancos para su mejor estudio. Lo que resulta al final
es un relato sencillo y comprensible, aunque la realidad siempre sea mucho más
compleja. Así que no voy a iniciar mi discurso de forma diferente. Sino que, amoldándome
y estirando esa manera de ver el mundo, diré que hoy oficialmente podemos
considerar que por fin el siglo XX se ha terminado en Cuba. Ya que, pese a que
ya estamos bien entrados en la segunda década del nuevo milenio, es ahora, con
la muerte de Fidel, que podrá existir la posibilidad de que se termine el casi
eterno mannequin challenge (reto del maniquí) que ha congelado el
tiempo en el cálido país caribeño.
Posiblemente en la persistencia
de Castro en el poder tienen mucho más que ver las cuestiones humanas que las políticas.
Tanto por parte suya, como por parte de quienes le apoyaron. Tanto por los que
permanecieron con él en el poder, como por los cubanos que no salieron al
exilio. Fidel Castro era un líder eminentemente emotivo, más que racional,
aunque pretendiese parecerlo. Por eso siempre sus seguidores se han referido a
él por su nombre propio, Fidel, como si de alguien familiar o cercano se
tratase: el gran padre benefactor de la patria.
Es muy significativo su inicial
cambio de rumbo, tras negar en los primeros tiempos repetidamente ser
comunista, a proclamarse en público marxista-leninista tan sólo dos años
después. Cuando poco antes él en persona, o a través de
Raúl Roa, su ministro de Asuntos Exteriores, poco menos que declaraban que
ellos no eran ni comunistas ni capitalistas, sino humanistas. Tras la toma del poder plantear
unas elecciones libres en Cuba quedó en el olvido durante décadas.
Es también significativa su terca
negativa a permitir una transición democrática con un retiro dorado en Galicia
ofrecido por Manuel Fraga, a principios de los años noventa cuando el bloqueo
estadounidense se recrudecía. Si lo aceptaba tendría que ceder en su orgullo, reconocer
su fracaso y podía temer por cómo sería su vida a partir de entonces en una
jaula dorada. A Fidel, posiblemente, con tan sólo imaginar estar lejos de su
zona de confort en la isla le asaltaban todos miedo del tirano.
Pero el peor miedo queda a los
que esperan. ¿Qué pasará ahora en Cuba? ¿Se convertirá en un nepotismo
socialista a imagen del de Corea del Norte? ¿O Raúl iniciará modestamente una
perestroika a la cubana? ¿O tendremos también que esperar a que muera Raúl?
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Comunista o socialdemócrata: a gusto del consumidor. |
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